No hay humildad sin humillación, asegura el Papa Francisco

En su homilía durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta este lunes 29 de enero, el Papa Francisco destacó el valor de la humildad, y afirmó que “no hay verdadera humildad sin humillación”.

A raíz de la Primera Lectura, en la que se narra la historia de David, el Santo Padre situó al Rey de Israel como ejemplo de humildad.

Francisco afirmó que David es una de las grandes figuras bíblicas: derrotó a los filisteos, era noble y, a pesar de ello, también era un gran pecador: “había caído en el adulterio y en el asesinato de Uria, el marido de Betsabea”, y, sin embargo, la Iglesia lo venera como santo “porque se dejó transformar por el Señor, y se dejó perdonar. Fue capaz de reconocerse pecador, una capacidad nada fácil”.

En concreto, la Primera Lectura se centra en la humillación de David cuando su hijo Absalom emprende la revolución en su contra. En aquel momento, “David no piensa en salvar su propia piel”, sino, en salvar al pueblo, el Templo, el Arca. Y huye: “Un gesto que parece de cobarde, pero que es valiente”.

El gran David no solo resulta humillado con la derrota y la huida, sino también con el insulto, y es que, durante su huida, un hombre lo insulta diciendo que el Señor había hecho caer sobre él la sangre de la casa de Saúl.

David razona: “Es el Señor el que le inspira a insultarme. Quizás estos insultos conmoverán el corazón del Señor y me bendecirá”.

En su reflexión sobre este hecho evangélico el Papa señaló que “algunas veces pensamos que la humildad es ir tranquilos, ir con la cabeza agachada, mirando al suelo. Pero también los cerdos caminan con la cabeza baja: eso no es humildad. Esa es la humildad ‘prêt-à-porter’ que no salva ni custodia el corazón”.

“Es bueno que pensemos en esto: no hay una verdadera humildad sin humillación, y si tú no eres capaz de tolerar, de llevar sobre la espalda, una humillación, no serás humilde: pensarás que lo eres, pero no lo eres”.

Francisco invitó a imitar a David, que cargó sobre su espalda sus pecados. “Siempre está la tentación de luchar contra aquello que nos calumnia, contra aquello que nos humilla, que nos hace pasar vergüenza”. Sin embargo, “ese no es el camino. El camino es el que Jesús profetiza sobre David: llevar la humillación”.


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